Por Carlos S. Toledo.
En esta oportunidad nos abocaremos a hablar de la situación internacional, en la que nos encontramos sumergidos y de la cual no podemos hacer caso omiso, más allá de que estos acontecimientos sucedan lejos de nuestro territorio, y quizás pensemos que no nos afectan, no podemos dejar de prestarles atención debido a que la situación actual de la Argentina y su futuro en el ámbito supranacional, no se explica sólo por lo que acontece dentro de sus fronteras sino que también en este mundo globalizado es de capital importancia comprender lo que pasa en el resto del mundo para lograr intuir qué repercusiones tendrán los sucesos de todo el orbe en el interior de nuestra querida nación.
En estos últimos meses me llamó la atención lo relacionado a Al Kadafi (o Gadafi) en Libia, día a día los informativos nos relatan los hechos que en el país africano se desarrollan, los enfrentamientos entre los rebeldes, la cantidad de muertos y heridos, los ataques y choques entre las fuerzas del prófugo Al Kadafi y el ejército de liberación libio, como así también contra los militares de terceros países, los comunicados emitidos por el ex jefe de estado libanés, etc. Sin embargo el líder de la revolución, el tan buscado tirano y opresor sigue sin aparecer. Se realizan intensas pesquisas con gran precisión y a pesar de ello no hay datos concretos de su paradero.
Esto me hace acordar a lo que sucedió con Bin Laden en Afganistán o Sadam Hussein en Irak, pareciera como un déjà vu. ¿Porqué digo esto? Durante mucho tiempo las fuerzas que ocuparon dichos países, ya sea de la OTAN o de la ONU que se suponía debían proteger a la población, hacer respetar los derechos humanos y buscar a los tiranos o terroristas que estaban escondidos en el desierto; provocaban cierta fricción dentro de los pobladores locales, haciendo indeseada su estancia en el territorio de cada país y finalmente los habitantes terminaban preguntándose si era justificada o no la permanencia dentro de su nación de las fuerzas que le traerían la paz y la tan ansiada democracia.
No faltó la opinión de mucha gente, prestigiosa o no, que argumentaba que la ocupación por parte de los países centrales ocultaba otros tipos de intereses, más allá del que oficialmente se anunciaba. Así se pregonaba extraoficialmente que el petróleo y la reconstrucción de las destruidas ciudades, en manos de grandes corporaciones multinacionales, eran las principales motivaciones que movían a las potencias a ocupar los territorios de Medio Oriente. Durante varios años nos enterábamos que los líderes tan buscados no aparecían como así tampoco las fábricas de armas de destrucción masiva. ¿A qué se debía tan poca precisión en la búsqueda de los objetivos?
Finalmente Saddam fue encontrado y a principio de este año nos enteramos que en un operativo militar ejecutado por comandos estadounidenses se le dio muerte a Bin Laden que tanta fama cobró luego del atentado de las torres gemelas sucedido hace ya 10 años.
¿Sucederá lo mismo con Al Kadafi? ¿Permanecerá así oculto durante mucho tiempo más? El paso de los días dirá que acontecerá, no soy un oráculo, sin embargo lo que si sabemos es que Libia tiene grandes reservas de ciertos recursos naturales, entre los más importantes, abundancia de petróleo y agua fósil, considerado por muchos como el mayor acuífero del mundo (alrededor de 2 millones de kilómetros cuadrados de agua subterránea). No intento reivindicar el accionar de estos líderes rebeldes, ni tampoco hacer una apología de sus actos no son precisamente “trigo limpio”. Bien sabemos que han cometido numerosos abusos que los hacen detestables. Aquí me enfoco en el peculiar desempeño de las llamadas “fuerzas de paz” enviadas por organismos internacionales y que nos hacen dudar de su buena fe.
¿Cuántos países fabrican armas de alto poder destructivo? ¿Cuántos años gobernó Irak Sadam? ¿Cuántos Al Kadafi Libia? ¿Cuántos ataques terroristas realizó Bin Laden antes del 9/11? Sin embargo después del paso de varios años se dieron cuenta del peligro y la amenaza que representaban estos personajes. Es por esta razón que temo por el futuro de la Argentina.
Si bien por ahora no podemos decir que hay terroristas en nuestro territorio, o que nos gobierna un tirano déspota (quizás algún lector disienta con estas afirmaciones) pero una excusa no es difícil de inventar. La Argentina cuenta con numerosísimos recursos naturales, su gran extensión le proporciona una amplia variedad de climas aptos para vivir y el desarrollo de diversas actividades económicas, agricultura, ganadería, cultivos especializados, pesca, etc. No podemos dejar de mencionar la cantidad de minerales, combustibles fósiles y las reservas de agua dulce, que nos hacen un país de importancia considerable.
Pero ¡atención! La ocupación por la fuerza no es la única manera de dominar una Nación. La venta de tierras a extranjeros, implantación de Empresas multinacionales, incorporación de hábitos propios de otras culturas, el consumo excesivo de música, programas, películas, e ideologías que incentivan despreocuparse por lo propio y mirar con envidia a las potencias extranjeras, en fin el hacernos cada día más “internacional” para que luego sea más fácil apropiarse de nuestras riquezas y recursos, pensando que hacemos bien al permitir que se encarguen de la explotación de los mismos. Estas nuevas formas de colonización no pudieron penetrar tan hondamente en la cultura de los pueblos de Medio Oriente, que en muchos casos conservan costumbres milenarias mantenidas en el seno familiar e incentivadas y apoyadas por los gobiernos locales, por este motivo fue necesario usar “fuerza mayor” y ocupar los países militarmente.
Quizás se cuestionen “de una u otra manera nos van a dominar” es aquí donde entra un rol importante y la participación de cada uno es fundamental. Cada habitante debe hacer patria y resistir a esta ola de internacionalismo desmesurado que quiere igualar a un habitante de Japón con uno de Alemania, que solo se diferencien en sus facciones físicas; que quiere universalizarnos y estandarizarnos, destruir nuestro legado cultural.
Conservemos los que nos queda de autóctono, valoremos más a los que con su accionar día a día contribuyen a que nuestro país sea grande, recordemos con más ímpetu cada fecha patria, que no sea “un feriado más”, unámonos más como pueblo, borremos divisiones que tanto mal hicieron a los argentinos, levantemos la cabeza, llenémonos de orgullo sano y avizoremos un futuro prospero para esta Gran Nación, la República Argentina.
Carlos S. Toledo.